domingo, 21 de octubre de 2007

SOBRE VIAJES INTERIORES





SOBRE VIAJES INTERIORES


Apropiación mística del lenguaje náutico

Ya hace mucho tiempo que nociones como las de viaje, trayecto, peregrinación, etc... dejaron de ser exclusivas del ámbito de la física, del simple movimiento de traslación. Muchas cosmogonías y obras filosóficas, poéticas o místicas han presentado el viaje como una suerte de aventura del alma. Nos ocuparemos aquí de una manifestación literaria de estos viajes interiores en las obras de algunos escritores místicos cristianos de los siglos XVI y XVII. En particular, del uso que hacen de la imaginería náutica y de la nueva topografía - los primeros viajes a Américas y Oriente - para ilustrar lo inefable: la experiencia interior como una forma de viaje inmóvil, como el descubrimiento de lugares desconocidos en el alma. La metáfora aparece cuando se describe el estado de extrañamiento de sí en que se encuentra el alma en el momento “oscuro” de la contemplación, en el cual no sirven ya los conceptos o preceptos adquiridos por la educación o la experiencia exterior. Como cuenta la copla de Juan de la Cruz que comienza: “Entréme donde no supe,/ y quedéme no sabiendo/ toda ciencia trascendiendo”. Así cegada, el alma se deja llevar hacia donde Dios quiere encaminarla. Dice el místico carmelita comentando su poema “Noche oscura”:

"Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras no sabidas, va por nuevos caminos no sabidos ni experimentados, que camina no guiado por lo que sabía antes... Y claro está que éste no podría venir a nuevas tierras, ni saber más de lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca sabidos, y dejados lo que sabía."

En el comentario a su Cántico espiritual aparecen esas “ínsulas extrañas”:

"Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar y allende de los mares muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres; y así, en ellas se crían y nacen cosas muy diferentes de las de por acá, de muy extrañas maneras y virtudes nunca vistas de los hombres.,. Y así, por las grandes y admirables novedades y noticias extrañas alejadas del conocimiento común que el alma ve en Dios, le llama ínsulas extrañas... Dios no solamente es toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías, consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los hombres."

El alma, desnuda de todo su habitual aparejo sensible y cognoscitivo recorre, con ojos alumbrados por nueva luz, lugares interiores nunca transitados, las “inmensas distancias del alma”, que dirá Miguel de Molinos. De nada le sirve aquí su bagaje anterior, el granero de su saber. Sólo el paso hacia el no-entender, la santa ignorancia, le conducirá al término de su espiritual peregrinaje. Antonio de Rojas, admirador de San Juan de la Cruz, recoge la misma idea y la expresa tomando ya explícitamente la metáfora de los primeros viajes transoceánicos:

"Así sucede con aquellos que se dan a su flaco entender, a su corto discurrir, a su imaginar (que están en las prisiones del sentido) que no le dejan volar a lo alto, como al Águila Real, que la han atado una plancha muy grande de plomo a los pies: decirles que no se paren ahí, que la meditación es medio para ir a Dios, como lo es una nave para ir a Indias..."

Como vemos, los defensores de la vía de la quietud entendían la meditación (la parte racional de la oración) como un mero medio (en la metáfora, una “nave”) para llegar a la contemplación oscura, no-racional, de lo divino (las tierras desconocidas).
Terminemos con otro autor de obras místicas, franciscano del s. XVII, que inserta metáforas de la navegación interior en uno de sus escritos: “Con vivir dentro de ti, navegarás muchos mares sin correr fortuna, entre las bonanzas de los auxilios divinos” o “Es velocísimo navichuelo el alma, y navega a viento en popa, si no lleva terrenos afectos por lastre”:

"Tener las potencias y sentidos tirantes a lo interior... No navega el diestro y experto piloto al arbitrio del viento, antes valiéndose de su fuerza dispone las velas de su bajel hacia los rumbos que encaminan al puerto que desea. No sufras a tus sentidos... y navegarás a las Indias interiores. Si recoges los sentidos, aunque navegues costeando, no tocarás en tierra. Sustenta el mar tanto peso de navíos y navegantes sobre sus espaldas de cristal, porque no anda derramado, sino que tiene sus Océanos recogidos: si rebosa en sus riberas el mar, luego refluctúa observante de la ley y obediente a los términos de la clausura. Paz interior a fuerza de encarcelarse las almas se podrá tener; a fuerza de retirarse a su centro se puede conseguir y conservar en ellas."

Como vemos, el movimiento interior no es posible, según el método del recogimiento místico, sin una extrema quietud corporal y mental. Recoger los sentidos, los pensamientos, los deseos,... son los preparativos necesarios para que zarpe el navío del alma.

Christian Tubau Arjona

No hay comentarios: